Por: Alfredo Rdz.
Todo mundo sabe que México está hundido en una terrible ola de inseguridad y violencia debido a la irresponsable pseudo-estrategia de Calderón para combatir el crimen.
Todo mundo sabe que México está hundido en una terrible ola de inseguridad y violencia debido a la irresponsable pseudo-estrategia de Calderón para combatir el crimen.
Hay quienes afirman que dicha “estrategia” fue llevada a cabo
como una búsqueda legítima de Calderón por contener y disminuir la inseguridad,
otros más, piensan que fue una medida a través de la cual lo único que
pretendía era legitimarse dando algunos grandes golpes meramente mediáticos al
crimen, sin importarle realmente la seguridad de los mexicanos, después de que
no pudo conseguir su legitimidad en las urnas y que su imagen se vio sumida en
un profundo descrédito desde el primer día de su mandato debido a la dudosa
manera mediante la cual accedió al poder.
Sea cual sea la opinión de cada quien con respecto a las
verdaderas intenciones que lo llevaron a comenzar esta atroz guerra, en lo que
hay un consenso es en que ha sido una estrategia total y absolutamente
fracasada, ingenua e irresponsable, que no ha dado ningún resultado positivo,
pues los niveles de violencia, en lugar de disminuir, se dispararon, e incluso
el consumo de droga ha crecido de manera impresionante a lo largo del sexenio.
Ante esta oscura y amarga realidad que vive el país, y frente al
proceso electoral del 1° de julio, hay básicamente dos caminos claramente
demarcados: La continuidad de la guerra que se han comprometido a continuar
Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto al darle, ambos, un descarado
reconocimiento a la “estrategia” de Calderón, y la alternativa de paz, por otra
parte, que propone Andrés Manuel López Obrador con una estrategia integral para
combatir el fenómeno de la violencia desde sus causas.
Aunque es obvio que cualquier candidato hablará en sus discursos
en favor de la paz, la tarea de los votantes es determinar quien tiene
realmente una estrategia que pueda construir una paz verdadera y bien cimentada
en los hechos y no sólo en las palabras, y es ese análisis de las propuestas
que tiene cada uno para afrontar el problema, lo que nos permite llegar a la
conclusión de que, sin duda, AMLO es el verdadero y único candidato de la paz
que habrá de aparecer en la boleta el primer domingo de julio.
AMLO sabe y reconoce que la reconstrucción del tejido social y
la conquista de la paz y la tranquilidad de la población sólo se conseguirán
cuando se atienda a los jóvenes, cuando haya oportunidades de trabajo y
estudio, cuando se recupere el nivel adquisitivo, cuando haya acceso a la
cultura y en general cuando se den en el país las condiciones plenas para
el desarrollo integral de los individuos en todas las áreas de la vida. Sólo
una atmósfera de bienestar podrá terminar con la profunda frustración que ha
generado en millones de mexicanos un sistema excluyente, que promueve desde su
propia esencia la peor de las violencias: la miseria.
Andrés Manuel ha resumido perfectamente la fórmula: “La paz es
fruto de la justicia social”, y de todas las opciones, sólo el tabasqueño está
planteando cuidar y regar el árbol de la justicia para que comience a echar
frutos.
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