Enrique Peña Nieto
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En el segundo debate presidencial del pasado domingo 10 de
junio, Enrique Peña Nieto asumió una actitud que no corresponde con la que
todos esperábamos.
La tónica de los días previos al debate era la de un ataque
crudo y duro contra Andrés Manuel López Obrador por parte de toda la
esctructura en redes con la que cuenta la campaña del priista. Así mismo se
dieron a conocer los spots donde el PRI se le lanza con todo al candidato de la
izquierda reviviendo la guerra sucia con el viejo tema gastado del bloqueo de
Reforma. Quizá por ello era de esperarse un ataque furibundo de Peña contra
Andrés Manuel desde su primera intervención en el debate. Sin embargo esos
ataques nunca llegaron.
En realidad Peña no solo no atacó a AMLO, ni a Josefina,
ni a Quadri, sino que su participación fue absolutamente gris y deslucida.
Parecía un Peña Nieto ausente, que se dedico a cumplir con su presencia aunque
en realidad se le notaba ausente. Peña Nieto no parecía el “gran puntero” que
señalan las encuestadoras tradicionales, sino un simple competidor resignado
que se paró a repetir un discurso acartonado pre-elaborado.
¿Pero cómo se explica esta actitud? Creo que es muy
sencillo: Peña Nieto sabe que su candidatura va en caída libre, una caída que
toma aceleración a cada minuto. Lo han hecho pedazos las multitudinarias
marchas en el país en su contra, el absoluto rechazo de la juventud (con gran
peso electoral en el proceso) hacia él y los intereses que representa, los
escándalos de su documentado vínculo con televisa, etc., etc.
Peña sabe que con una tendencia a la baja con ese ritmo
acelerado de caída no va a poder ser presidente de la República por las buenas,
con el voto democrático de las mayorías. En cuanto a esa posibilidad, sabe que
está descartada.
Peña se aferra a la única posibilidad que podría evitar que
el dos de julio se pusiera a planear su salida del país, la posibilidad de
poder hacer efectivo un fraude electoral.
Es mucho dinero, son toneladas de millones de dólares las
que sus patrocinadores le han invertido a su imagen, a su campaña, y esos
patrocinadores no van a resignarse a ver esfumarse su inversión así de fácil,
se la van a jugar con todo para operar un fraude escandaloso (la clonación de
actas en varios Estados es una prueba de ello) que logre el objetivo de
instalarlo en la presidencia, objetivo que la falsa imagen no logró conseguir.
A eso, solo a eso se la juega Peña, esa es su última carta.
Que un fraude detenga la ilusión, el sueño,
la esperanza de millones de un cambio verdadero.
@alfredordz_ en
twitter.
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