Amigas y amigos:
Como todos sabemos,
el Tribunal Electoral decidió validar la elección presidencial a pesar de las
evidentes violaciones a la Constitución y a las Leyes.
Muy poco tengo que
decir sobre lo torcido del proceso electoral porque casi todo es de dominio
público. Si acaso subrayo, aunque tampoco es novedad, que se violó el artículo
41 de la Constitución que establece que las elecciones deben ser libres y
auténticas.
El distintivo de
esta contienda fue el uso del dinero a raudales para comprar millones de votos.
En los hechos, el candidato del PRI rebasó por mucho, los topes de gastos de
campaña que establece la ley y, aunque se demostró el uso de dinero de procedencia
ilícita, prevaleció el cinismo y la impunidad.
Tampoco hubo
equidad en la actuación de los medios de comunicación. Por el contrario, la
mayoría de los periódicos, la radio y, sobre todo, la televisión, en especial
Televisa y Milenio, se convirtieron en los principales patrocinadores de Peña
Nieto.
Ante estas
violaciones, las autoridades electorales siempre se hicieron de la vista gorda.
Los Consejeros del IFE y los Magistrados del TRIFE demostraron que son
personajes sin convicciones, acomodaticios, seleccionados a modo para formar
parte del engranaje del régimen antidemocrático que predomina.
Se podrá replicar
que esto ya lo sabíamos y que a pesar de ello, decidimos participar en la
contienda. Sin embargo, puedo argumentar que siempre debe intentarse la
transformación por la vía pacífica y electoral. Respeto otros puntos de vista,
pero no considero a la violencia como alternativa.
Pienso que produce
más sufrimiento y se terminan imponiendo con mayor facilidad quienes no tienen
la razón, pero cuentan con la fuerza para reprimir. La violencia en vez de
destruir al régimen autoritario lo perpetúa.
Al mismo tiempo,
mantengo la convicción de que, aún en condiciones adversas, enfrentando a los
poderes más siniestros, se pueden lograr cambios profundos siempre y cuando
exista una voluntad colectiva dispuesta a ejercer a plenitud sus derechos y a
no permitir ningún régimen de opresión. Sostengo que cuando el pueblo decide
ser dueño y constructor de su propio destino, no hay nada ni nadie que pueda
impedirlo.
Pero este proceso
virtuoso de toma de conciencia y participación ciudadana, no es fácil de
lograr. Lleva tiempo, requiere de mucho trabajo educativo con la gente y de
predicar con el ejemplo; exige temple, convicciones y perseverancia.
Quienes estamos en
esta causa, debemos saber que llegar al gobierno para mantener el régimen
dominante es relativamente fácil, pero el triunfo de la justicia sobre el poder
implica fatigas y confrontación política. Los procesos de cambios estructurales
suelen ser lentos y complicados, pero son indispensables y gloriosos.
Basta con recordar
la historia: Hidalgo proclamó la abolición de la esclavitud y ese anhelo de
justicia se hizo realidad un siglo después. Las reformas liberales se
consumaron luego de 30 años de cruentas luchas internas y de invasiones
extranjeras. En 1910, Francisco I. Madero convocó al pueblo a la Revolución
para derrocar a la dictadura porfirista con el lema del Sufragio Efectivo y,
aun cuando se avanzó en la atención de demandas sociales, todavía no hay democracia
en México.
De modo que no es
sencillo lograr una transformación pacífica y profunda como la que nosotros
queremos y necesita el país. Hay que enfrentar intereses creados muy poderosos
que se oponen de manera rotunda a perder sus privilegios.
Los defensores del
régimen de corrupción imperante, como lo vimos en las recientes elecciones,
utilizan todo su poderío: sus medios de comunicación, sus relaciones de
complicidad y, sobre todo, cuantiosos recursos económicos. A esa prepotencia
hay que agregar, y eso es lo que más les ayuda, el atraso político y la pobreza
extrema que se padece en el país.
Tenemos que aceptar
que todavía hay muchos mexicanos, de todas las clases sociales, susceptibles al
engaño y a la manipulación. Están, por ejemplo, y lo digo de manera respetuosa,
quienes en las pasadas elecciones decidieron no apoyarnos porque creen en las
vulgaridades y calumnias que difunden de nosotros los voceros de los dueños de
los medios de información.
Sin embargo, no fue
la desorientación lo que más influyó para impedir el cambio de régimen, en esta
ocasión, lo determinante fue el uso del dinero para traficar con la pobreza de
la gente.
Ya hemos visto cómo
Peña Nieto, con sus patrocinadores y cómplices, obtuvieron la mayoría de los
votos en el medio rural y en las colonias marginadas del país.
No se trata de
juzgar a quienes por necesidad venden su voto. La perversidad es de aquellos
que, valiéndose del hambre y de la miseria, compran la voluntad de los
desposeídos.
Esta es, sin duda,
la mayor inmoralidad que se registró durante la elección presidencial y, al
mismo tiempo, este es el gran desafío que tenemos por delante, porque si no
hacemos nada para contrarrestar esta práctica inhumana y corrupta, nunca habrá
una auténtica democracia en nuestro país.
Permitir a los
poderosos que, encima de empobrecer al pueblo, se beneficien electoralmente de
sus carencias, es aceptar que se instaure un sistema de esclavitud moderna en
el que, entre más miserable y debilitado se mantenga al pueblo, menos esfuerzos
serán necesarios para oprimirlo. En otras palabras, tolerar este retroceso
significa dejar que los pobres se conviertan en peones y que haya amos que les
compren su libertad.
Enfrentar esta
infamia es una razón más para seguir adelante. Aquí es oportuno recordar que
luchamos por ideales, no por cargos. Por más que nos haya dolido este nuevo
fraude, no debe haber motivo para el desaliento y la rendición. Por el
contrario, debemos sentirnos orgullosos de tener la encomienda de regenerar la
vida pública y lograr el renacimiento moral de México.
Además, hay que
tomar en cuenta que, en poco tiempo, hemos avanzado mucho. Nuestro movimiento
ha contribuido a cambiar la mentalidad de amplios sectores del pueblo de
México. Hemos puesto al desnudo al actual régimen con sus formas de control y
manipulación. Se ha hecho evidente que el PRI y el PAN representan lo mismo.
Que no hay diferencia entre Elba Esther Gordillo, Carlos Salinas, Ernesto
Zedillo, Vicente Fox, Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón y Enrique
Peña Nieto. Ahora se sabe más sobre los que verdaderamente mandan y hay más
claridad sobre su proceder y avaricia.
Esto ha sido,
estimo, la mayor aportación social y política de nuestro movimiento. Tengamos
presente que no se puede cambiar lo que no se conoce y lo que bien se
comprende, difícilmente se olvida.
Fruto de este
trabajo de concientización es el despertar de muchos ciudadanos de las clases
medias, que en las pasadas elecciones por primera vez nos dieron su respaldo.
Aquí aprovecho para mandarles el mensaje de que nunca traicionaremos su
confianza.
Somos testigos,
también, del surgimiento del movimiento estudiantil de nuestro tiempo, el
#YoSoy132.
Estos jóvenes han
sabido estar a la altura de las circunstancias, han levantado el orgullo de
muchos otros y les han dado poderosas razones para luchar por el derecho a la
información, la justicia y por la democracia. Es un movimiento limpio,
auténtico, independiente y creativo. Al grado que podemos proclamar que ya se
tiene relevo generacional.
Abro un paréntesis
para reconocer que hubo ciudadanos de todos los sectores que nos ayudaron a
convencer a empresarios y a integrantes de clases medias, que debido a las
campañas de desprestigio, mantenían una mala imagen de nosotros. Solo menciono,
por no poder hablar de todos, a Alfonso Romo, Demián Bichir, León Larregui,
Epigmenio Ibarra, Luis Mandoki, Manuel Clouthier, Dolores Heredia, Tomás López
Rocha, Paco Ignacio Taibo, Lorenzo Rojas Guzmán y María Antonieta Laso.
También va a quedar
para la historia el gabinete que presentamos, por la honestidad y experiencia
de las personas que propusimos: Marcelo Ebrard, Rogelio Ramírez de la O, Juan
Ramón de la Fuente, Claudia Sheinbaum Pardo, Javier Jiménez Espriú, Fernando
Turner, Adolfo Hellmund López, María Luisa Albores, René Drucker Colín, Víctor
Suárez Carrera, Sergio Rodríguez Cuevas, José Agustín Ortiz Pinchetti, Genaro
Góngora Pimentel, Miguel Torruco Marqués, Raquel Sosa Elízaga, Bertha Elena
Luján Uranga, Bernardo Bátiz Vázquez, Manuel Mondragón y Kalb, Elena
Poniatowska Amor, Jorge Eduardo Navarrete López y el ingeniero Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano.
En contraste, ya
estamos viendo que en el gobierno de Peña Nieto ocuparán los puestos más altos,
los hombres y las mujeres del más bajo nivel moral.
Pero, sobre todo,
agradezco a los cerca de 16 millones de mexicanos, que expresaron con su voto
su firme decisión de abolir el actual régimen de corrupción, injusticias y
privilegios. Estoy seguro que, aún con los resultados oficiales, están
satisfechos por haber actuado con dignidad y decoro, y no formar parte del
mundo de la sumisión y del conservadurismo.
A todos les digo
que nadie se desanime, que no debemos decir adiós a la esperanza. Tengo
elementos para afirmar que el actual régimen está en su fase terminal, ya
caducó; carece de consenso. La mayoría de los mexicanos no lo respalda, aunque
muchos no lo expresen abiertamente. Baste decir que a pesar de tratarse del
supuesto regreso del PRI a Los Pinos, la gente no festejó, al contrario, hay
duelo nacional. El pueblo tiene un instinto certero y sabe que por desgracia
nada bueno se puede esperar, que continuará el empobrecimiento, la corrupción,
la inseguridad y la violencia.
A los hombres del
régimen solo les queda el dinero y el aparato de manipulación y de fuerza. Pero
el dinero no lo es todo, no es Dios, deja de dominar en la medida en que la
gente va tomando conciencia. Ahí está el ejemplo de millones de pobres que, a
pesar de sus necesidades, no vendieron su voto.
Asimismo, el
control que ejercen los potentados a través de los medios de comunicación es,
cada vez, menos determinante. El caso Peña Nieto es un ejemplo; pensaron que
bastaba con la publicidad, con lo mediático y no les resultó, tuvieron que
recurrir a la compra de voluntades. Y, en cuanto al uso de la fuerza, es cosa
de no caer en ninguna provocación y no olvidar lo que dijo Talleyrand a
Napoleón: "Las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse en
ellas".
De modo que, ánimo,
es poco lo que falta. Uno, dos, tres, seis años, una década, son como un
suspiro, representan un abrir y cerrar de ojos en la historia nacional. Quienes
luchamos por una transformación que servirá a varias generaciones, debemos
aprender a medir el tiempo de un modo distinto. No nos debe preocupar tanto,
cuanto dure consumar la obra de transformación. Lo importante es no dejar de
caminar hacia ese ideal. Si tenemos la fuerza necesaria para resistir, veremos
el triunfo de nuestra causa y, en cualquier circunstancia, habremos ayudado
mucho a quienes vienen detrás de nosotros para lograr el cambio anhelado.
Amigas y amigos:
Por estar concentrado
en la defensa de nuestro juicio de inconformidad para demandar la invalidez de
la elección presidencial, no respondimos a las interrogantes en cuanto al
futuro de nuestro movimiento, pero ahora es el momento de hablar sobre lo que
sigue. Empiezo con lo obvio: diciendo que lucharemos hasta alcanzar el objetivo
superior de transformar a México.
Con mucha claridad,
hace unos días expresé mi rechazo al fallo del Tribunal Electoral que declaró
válida la elección presidencial. Dije que nunca vamos a jugar el papel de
paleros del régimen antidemocrático. Por el contrario, lucharemos siempre por
abolirlo.
Considero que
haríamos mal en darle vuelta a la página, como si nada hubiese pasado. Sería
tanto como prestarnos para dejar cancelada, en los hechos, la vía democrática.
En consecuencia,
reitero, no voy a reconocer a Peña Nieto como presidente legítimo de México.
Esta postura forma
parte, como aquí se ha dicho, del plan de desobediencia civil, que incluye el
compromiso de seguir luchando bajo el principio de la no violencia, sin caer en
provocaciones, sin afectar a terceros y, sobre todo, de oponernos por medios
pacíficos a la aplicación de las llamadas reformas estructurales como la
laboral, la fiscal, la energética y todas aquellas medidas que se tomen en contra
de los intereses del pueblo y de la nación.
También debe quedar
de manifiesto que vamos a proteger a los jóvenes, a los luchadores sociales y a
cualquier ciudadano u organización que padezca del acoso del régimen
autoritario. No permitiremos la violación de los derechos individuales y
colectivos de los mexicanos.
Vamos a seguir
trabajando en el fortalecimiento del Movimiento Regeneración Nacional, MORENA.
El día de hoy, se ha dado a conocer la convocatoria para elegir a los órganos
de dirección en los estados, así como al Consejo y al Comité Ejecutivo Nacional
de MORENA.
Además, en los
congresos distritales que se celebrarán a partir del día 12 de septiembre,
entre todos decidiremos, de manera democrática, si MORENA continúa como
asociación civil o se constituye en partido político. En lo que a mí respecta,
voy a participar el 15 de septiembre como delegado efectivo en la asamblea
donde me corresponde, en Copílco, de esta ciudad. Invito a todos a que sean
parte de los 125 mil delegados que participaremos en los 300 congresos
distritales que se llevarán a cabo en todo el país.
También informo que
asistiré del 10 de octubre al 11 de noviembre a los 32 congresos estatales y,
desde luego, estaremos presentes en el congreso nacional que celebraremos el 19
y 20 de noviembre.
De modo que lo
primero será consolidar la organización interna de MORENA, manteniendo el
carácter de movimiento amplio, plural e incluyente. Es decir, MORENA continuará
siendo un espacio abierto a todos los ciudadanos, corrientes de pensamiento y
clases sociales.
MORENA seguirá
sembrando ideas y haciendo conciencia. Fortaleciendo valores culturales,
morales y espirituales. En esta nueva etapa se pondrá énfasis en la formación
política de los jóvenes. Se mantendrá el periódico Regeneración y se continuarán
usando las redes sociales para difundir nuestro proyecto, fijar posiciones y
contrarrestar la propaganda de los medios de información al servicio del
régimen.
Con MORENA
defenderemos a los que sufren injusticias, protegeremos a los débiles y
cuidaremos el patrimonio nacional, herencia de las futuras generaciones. Y hay
algo en especial que evitaremos con toda nuestra fuerza: la privatización del
petróleo. Adelanto que nos opondremos a cualquier reforma al artículo 27
Constitucional, para entregar el petróleo a particulares, nacionales y
extranjeros.
Amigas y amigos:
En lo que a mí
corresponde, en esta nueva etapa de mi vida, voy a dedicar toda mi imaginación
y trabajo a la causa de la transformación de México. Lo haré desde el espacio
que representa MORENA, por esta razón me separaré de los partidos del
movimiento progresista.
No se trata de una
ruptura, me despido en los mejores términos. Me separo de los partidos
progresistas con mi más profundo agradecimiento a sus dirigentes y militantes.
Agradezco todo el
apoyo que recibí de militantes y dirigentes del partido Movimiento Ciudadano,
antes Convergencia.
Estoy obligado a
decir que en los momentos más difíciles, siempre contamos con el respaldo
decidido de militantes y dirigentes del Partido del Trabajo, del PT, en
particular, de su dirigente, Alberto Anaya.
Agradezco, en
especial, a los militantes y dirigentes del PRD, partido en el que me tocó
participar desde su fundación, del cual fui dirigente y en el que milité
durante estos últimos 23 años. Tengo en el PRD muchos amigos, que en todo
momento me dieron su confianza y respaldo y, en correspondencia, considero que
les di lo mejor de mí y los representé con entrega y dignidad. Estamos a mano y
en paz.
Estoy seguro que
esta decisión ayudará a renovar y a fortalecer al movimiento progresista.
Además, siempre que se trate de la defensa del pueblo, del patrimonio nacional
y de luchar por la transformación del país, estaremos dispuestos a caminar
juntos y llegaremos a acuerdos para actuar como una sola organización.
Amigas y amigos:
Iniciamos una nueva
etapa. Vamos a recomenzar porque así lo exigen las circunstancias. Hagámoslo
con el mismo entusiasmo de siempre. Sigamos despertando y organizando a los
ciudadanos. Que no nos angustie y detenga el qué dirán nuestros adversarios. Lo
más importante es sentirnos bien con nosotros mismos, con nuestras conciencias
y con el prójimo.
Comparto con
ustedes mi experiencia, que es semejante a la de muchos otros luchadores
sociales. Llevamos años batallando, trabajando con intensidad, avanzando y
recibiendo reveses. Hemos aprendido que, aun en condiciones adversas, con el
predominio del régimen antidemocrático, se va avanzando en la creación de
conciencia, en la organización del pueblo y en la conquista de espacios
políticos.
Una prueba de ello,
por solo poner un ejemplo, es el triunfo del movimiento progresista en Tabasco.
Es memorable que este año a pesar del caudal de dinero utilizado para la compra
de votos y otras trampas, el pueblo de mi tierra y de mi agua dijo basta y se
pudo ganar la gubernatura del estado, luego de 80 años ininterrumpidos de
gobiernos priistas.
Esta experiencia
es, repito, una prueba de que se pueden ir obteniendo victorias parciales, al
mismo tiempo que se van creando las condiciones para alcanzar el hermoso ideal
de ver triunfar la justicia sobre el poder.
La fórmula es
luchar, resistir, no claudicar, avanzar, caer y levantarse, recomenzar y así,
hasta la victoria final.
Todo depende de no
perder la fe o desmoralizarse, de comprender que los procesos de transformación
son tardados pero sublimes; hacernos a la idea de asumirlos como forma de vida
porque hasta en lo personal producen dicha y grandeza. Es decir, podemos ser
felices si dedicamos nuestra existencia a procurar el bienestar y la felicidad
de otros. Además, la vida es demasiado corta para desperdiciarla en cosas que
no valen la pena.
Amigas y amigos:
Créanme que estoy
consciente del coraje, el desánimo, la impotencia y malestares del alma que
sienten millones de mexicanos luego de este nuevo fraude electoral. Pero
debemos superar todas estas tristezas y decepciones, pensando que nada es en
vano, hasta en las peores circunstancias, nuestra noble labor significa limpiar
el camino a las futuras generaciones, a nuestros hijos, a nuestros nietos, es
promover la aurora, la llegada de una nueva vida, de una patria nueva, del
reino de la justicia y del humanismo.
Y a los dirigentes
sociales y políticos de nuestro movimiento, les recuerdo que debemos guiarnos
por valores más elevados que nuestros propios intereses personales. Aunque a
algunos les pueda parecer una utopía, nada se puede hacer sin ideales.
Cuando pensemos que
no se puede, recordemos que Hidalgo enseñó que "el pueblo que quiere ser
libre lo será, que el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan
contra la voluntad de los pueblos".
Y cuando no
tengamos lo suficientemente claro los motivos de nuestra lucha, no olvidemos
las palabras de Morelos, cuando les dijo a sus allegados: "Quiero que
hagamos la declaración de que no hay otra nobleza que la de la virtud, el
saber, el patriotismo y la caridad; que todos somos iguales, pues del mismo
origen procedemos; que no haya privilegios ni abolengos.
Que todo el que se
queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda
contra el fuerte y el arbitrario.
Que como la buena
ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben de ser
tales a que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la
indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus
costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.
Que se eduque a los
hijos del labrador y del barretero, como a los del más rico hacendado y dueño
de minas".
Y cuando
necesitemos fortalecer nuestras convicciones, emulemos a Juárez cuando decía
"que el enemigo nos venza o nos robe, si tal es nuestro destino; pero
nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que
nos exige por la fuerza".
Y cuando nos falte
idealismo, pensemos en ese extraordinario luchador social, Ricardo Flores
Magón, que decía: "Cuando muera, mis amigos quizá escriban en mi tumba:
'aquí yace un soñador', y mis enemigos: 'aquí yace un loco'. Pero no habrá
nadie que se atreva a estampar esta inscripción: 'aquí yace un cobarde y un
traidor a sus ideas'".
Por todas estas
consideraciones, aquí, en el Zócalo, corazón político y cultural de la
República, decimos a los cuatro vientos que no claudicaremos. Que con la misma
fe de siempre, vamos de nuevo a entregarnos al fecundo trabajo de despertar a
los que faltan para que todos juntos logremos el renacimiento de México.
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Que reviva México!
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